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La práctica consistía en retratar al mercado del s. XIX de Santo Domingo. Dimos una vuelta por sus alrededores antes de introducirnos en su interior. Aunque estaba rodeado por varios edificios, el mercado destacaba por su fachada en color naranja y sus grandes ventanales que proporcionaban luz al interior.Una vez dentro del edificio, pudimos comprobar que el mercado se dividía en dos alturas. Un primer piso con pocos puestos, porque la ma
yoría estaban cerrados, y en la planta baja un patio interior deonde había más ajetreo. En esta última parte, se podía apreciar la gran luminosidad que aportan los ventanales..jpg)
Todavía era pronto y apenas había gente comprando,
pero conforme avanzaba la mañana el mercado se iba llenando. Gente de todas las edades, estilos, colores... andaban observando los puestos, en busca del mejor precio. Mientros los pescateros, carniceros, fruteros... atendía a aquéllos que ya se habían decidido. Muchos de esos clientes eran habituales como se podía apreciar en sus conversaciones con los dependientes. Mil historias se agrupaban en ese edificio.De repente, un extraño sonido procedente de la parte de arriba nos alarmó. Eran los zampanzares descendiendo por las escaleras con sus cencerros a cuestas. Después de haber dado una vuelta por el primer piso, se dirigían a la planta baja a seguir con el ritual. Tras unas vueltas por el patio interior y el revuelo de los allí presentes, salieron del mercado y éste recuperó la normalidad.
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